El sésamo es originario de la India y de África, desde donde llegó a América transportada por los esclavos, quienes utilizaban sus semillas para espesar y dar sabor a gran variedad de platos.
Las semillas de sésamo poseen una cantidad elevada de proteínas, además de ser ricas en metionina, un aminoácido esencial. Las grasas que contiene son «grasas buenas», es decir, insaturadas. Éstas, junto a la también presente lecitina, convierten a las semillas en un alimento que contribuye a reducir los niveles de colesterol sanguíneo.
También son una fuente importante de diferentes minerales como el calcio, que interviene en la formación de huesos y dientes; el zinc, mineral que participa en el metabolismo de los hidratos de carbono, las grasas y las proteínas; y el hierro. Por último, las semillas de sésamo poseen buenas cantidades de fibra, por lo que su consumo resulta beneficioso para la regulación de la función intestinal.
Además provee lecitina, una sustancia que evita que las grasas se adhieran a las paredes de las arterias, siendo por otro lado un componente esencial del tejido nervioso.
En cuanto a la forma de consumirlo, puede hacerse de muchas maneras: como semilla, incorporándolo en ensaladas, arroz o pastas, en panes o galletas o en forma de harina.
La medicina tradicional es desde hace miles de años una alternativa a la medicina convencional. Bien lo sabían las civilizaciones antiguas, como la china o la egipcia, que utilizaban plantas, hierbas o animales para curar heridas y dolencias en general.
Otros usos que se le puede dar es para luchar contra el estres, el cansancio y el insomnio.
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